Ya sea por aburrimiento extremo, sueño acumulado o incluso hambre, a lo largo del día surgen infinitas oportunidades para que bostecemos. Lo más sorprendente quizá es comprobar cómo te entran ganas de bostezar por pura imitación cuando tu pareja, tu amigo o alguna persona que tienes cerca también lo hacen.
¿Se pegan los bostezos? La teoría general es que se trata de una muestra propia de empatía, sin embargo, un estudio reciente de la Universidad Duke no parece avalar esta idea, según explica Psychology Today.
Ha sido la falta de asociación en el estudio entre el contagio de los bostezos y la empatía la que sugiere que en realidad podrían no estar relacionados. Los investigadores enfatizaron que un mejor entendimiento de la biología involucrada en el contagio de los bostezos podría llevar a un mejor entendimiento de enfermedades como la esquizofrenia y el autismo.
Un estudio de 2010 de la Universidad de Connecticut descubrió que la mayoría de los niños no son susceptibles al contagio de bostezos antes de los cuatro años, y que los niños con autismo tienen menos probabilidades de bostezar por contagio que los demás. Otra investigación muy relacionada, en la que participaron alrededor de 30 niños y adolescentes con edades comprendidas entre 6 y 15 años y trastornos dentro del espectro del autismo, coligió que tuvieron menos probabilidades de bostezar por contagio que los niños de su misma edad sin esa condición. Aquellos con síntomas más severos tuvieron menos probabilidades de bostezar por contagio que los que tenían un diagnóstico más «moderado».
Es curioso, pues los bostezos contagiosos solo se producen en humanos y algunos chimpancés, y contrariamente a lo que se puede pensar, no solamente se producen observando a otra persona hacerlo, también puede suceder si lees la palabra. Los estudios han encontrado que ciertos individuos son más susceptibles a bostezos contagiosos que otros.
Los bostezos espontáneos ocurren cuando alguien está cansado o aburrido, y se observan por primera vez en el útero, mientras que el contagio de ellos no empieza hasta la infancia (aunque temprana). El estudio de Duke se ha enfocado en definir mejor cómo ciertos factores afectan la susceptibilidad de alguien al contagio de bostezos.
De esta manera, los investigadores descubrieron que ciertos individuos eran menos susceptibles de sufrir este contagio que otros. En promedio, los participantes bostezaron entre cero y 15 veces al ver un video de tres minutos de personas bostezando.
En contraste con estudios previos, los investigadores solo encontraron como factor independiente que influyó considerablemente en el contagio de bostezos fue la edad: conforme se incrementaba, los participantes tenían menos probabilidades de bostezar. Sin embargo, la edad solo pudo explicar el 8% de la variabilidad en la respuesta del bostezo contagiado.
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