Por décadas el trabajo de esta bioquímica húngara no fue tomado en cuenta, el mismo que hoy es clave para las inyecciones de Moderna y BioNtech.
Los ojos del mundo están puestos en la efectividad de las vacunas contra el Covid-19 para salir de la pandemia y finalmente volver, en parte, a la normalidad.
Las vacunas desarrolladas por Pfizer y Moderna son dos de las más demandadas por las naciones. Pero pocos saben que por décadas una bioquímica de origen húngaro trabajó en avances que hoy son claves para las inyecciones de las dos empresas estadounidenses.
Se trata de Katalin Karikó (65), quien durante los años 90 buscó infructuosamente financiamiento para llevar a cabo su idea: hacer tratamientos y vacunas basadas en la molécula del ARN, los mismos que hoy en día usan Moderna y BioNtech contra el coronavirus.
«Recibía una carta de rechazo tras otra de instituciones y compañías farmacéuticas cuando les pedía dinero para desarrollar esta idea», dice Karikó al diario El País de España.
Moderna y BioNTech han recibido cientos de millones de dólares para desarrollar en tiempo récord sus vacunas de ARN mensajero, la misma idea que Karikó y otro pequeño grupo de científicos intentó impulsar hace 30 años sin éxito, dice el medio español.
El ARN mensajero es una molécula que aparece cuando se copia un tramo de ADN y transporta esta información a la parte de las células donde se fabricarán las proteínas que componen nuestro cuerpo.
La vacuna se realiza con este ARN Mensajero o con un virus debilitado para que nuestro sistema inmune produzca anticuerpos. «Todo el mundo lo entiende ahora, pero no entonces», dice la bioquímica húngara.
«Nuestro equipo fue el primero en desarrollar una vacuna de ARN y también el primero en recibir una ayuda de los institutos nacionales de salud para lograr financiación de empresas y probarla en humanos», recuerda David Curiel, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis. «Pero la empresa interesada, Ambion, nos dijo que la vacuna no tenía futuro», agrega.
Pero a principios de la década de 2000, Karikó se topó en la Universidad de Pensilvania con Drew Weissman, un científico recién llegado que venía del equipo de Anthony Fauci, epidemiólogo y asesor de la Casa Blanca que es una eminencia a nivel mundial en VIH y que hoy dirige el instituto público que ha desarrollado la vacuna junto a Moderna.
Weissman invitó a Karikó para que implementara su teoría en su laboratorio para encontrar una vacuna contra el Sida. Fue ahí donde descubrieron que modificando una sola letra en la secuencia genética del ARN podía lograrse que no hubiera una reacción exagerada del sistema inmune, la piedra de tope en el trabajo de Karikó.
«Ese cambio de uridina a pseudouridina permitía que no se generase una respuesta inmune exagerada y además facilitaba la producción de proteína en grandes cantidades. Sabía que funcionaría», dice la bioquímica.
Weissman y Karikó patentaron sus técnicas para crear ARN modificado, sin embargo, la Universidad de Pensilvania se las vendió por 300.000 dólares a la empresa Cellscript.
Cinco años después, Moderna compró los derechos y comenzaron a recibir millones de dólares de fondos privados para el desarrollo del tratamiento de enfermedades infecciosas. Al mismo tiempo, BioNTech, adquirió varias de las patentes sobre ARN modificado de los dos científicos de la Universidad de Pensilvania para desarrollar vacunas contra el cáncer.
Fue recién en 2013, casi 40 años de trabajo e infinidad de negativas para recibir financiamiento, cuando Karikó fue contratada por BioNTech, de la que hoy es vicepresidenta.
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